- Y yo la voy a extrañar mucho a la Bety. Ella siempre tan dispuesta, tan desprendida-. Doña Cloti se seca una lágrima con la mano, mientras busca un pañuelo en la cartera-. Pensar que si no hubiera sido por ella que me compró los materiales y le pagó a los albañiles, todavía no terminaba mi casa yo.
- Ud. porque siempre se llevó bien con ella. Además ella le debía muchos favores a Ud. Eso de cuidarle la nena, para que ella saliera con…
- Pavadas, Juanita que la gente es mala y comenta; que en el barrio todos le tienen envidia porque ella llegó lejos.
Doña Juana hace un irónico gesto de asentimiento y se quita una pelusa de la falda - pero si todos sabemos que ella se casó con el tarambana de Luisito sólo por la plata. Si ni bien pudo le metió los cuernos ¿ O Ud. qué se cree? ¿Qué eso de la Sociedad de Fomento? ¿Qué iba a ayudar a las monjitas?
- Mire Juanita, yo no le preguntaba lo que ella hacía. A mí ella me dejaba a la nena por unas horas y yo se la cuidaba.
- Sí, también hay que entenderla, pobre, si Luisito no sirve para nada, es un títere de su familia. Mírelo, con esa cara.
Con pasos lentos, como un autómata, Luisito se acerca al sillón donde están las vecinas y les ofrece un café. No se percata de que ellas lo critican. Cuando se aleja, las vecinas, más animadas, retoman su charla.
- A mí que quiere que le diga, algo de lástima él me da - Doña Juana revuelve el café al que le agregó tres terrones de azúcar - porque encima la nena no se le parece en nada, en cambio a la suegra eso sí que no se le pasó.
- ¿Y Ud. cómo sabe todas esas cosas Juanita? – Doña Cloti se arregla el saquito mientras mira con curiosidad y desconfianza a su vecina.
- Porque un día me la encontré a la suegra en la tienda del armenio y cuándo la felicité por la nietita, ni gracias me dijo. Sólo comentó algo así como “qué va a hacerse, mi hijo se lo buscó ojalá que mientras crezca por lo menos le copie los gestos”.
Doña Cloti recuerda una tarde en su casa, tomando mate con Bety. Bety, roja de furia, le contaba que la suegra la seguía tratando como la sirvienta, aunque ella ya era la esposa de Luisito y le había dado una hija.
- Lo que pasa es que la suegra nunca la aceptó, por eso de ser tan humilde.¿Vió?
- Y La Bety se vengó… ¿Al final se supo quién manejaba el auto? ¿Ella o el amante?
- Yo no sé nada. Lo único que sé es que se fue tan contenta, tan feliz. Sólo por el fin de semana. Que Luisito le dijo que no se preocupara, que él se encargaba de la nena, que ella aprovechara a descansar allá en su pueblo. Si me dijo que el lunes ya estaba de vuelta. Y ahora esto… ¡Dios mío! de no creer.
Doña Cloti, vuelve a enjuagarse las lágrimas, ahora con el pañuelo bordado.
- Bueno, Doña Cloti, no llore más. Mejor nos acercamos que parece que van a cerrar el cajón, así nos despedimos, por lo menos un padre nuestro le tenemos que rezar.
Hace 7 años