Y finalmente se acercó. Primero le acarició los cabellos y al hacerlo un cosquilleo
recorrió su cuerpo. A medida que la tocaba sus dedos se iban poniendo rígidos, sin embargo siguió. Sabía que estaba corriendo un gran riesgo, no le importó. Ella era el imán que lo atraía, que lo atrapaba. Cuando la noche cayó con toda su fuerza, la bella ya no dormía sobre el banco de piedra, en su lugar brillaba la estatua de un caballero.
Hace 8 años